miércoles, 28 de enero de 2009

Hola, la primera vez que tuve la idea de crear un blog llamado "Realidad Diagonal" fue con el siguiente relato, que era ya en si una realidad diagonal entre lo ficcticio y lo real.

Esta sería la primera entrada real del blog.

Es primavera.

Es primavera pero tengo un examen de Minimalismo. Voy hacia la universidad, perdón, facultad, mientras tanto hago un pequeño repaso; Donald Judd, Carl Andre, Sol Le Witt, Robert Morris, Dan Flavin. Formas básicas, exaltación de la percepción, cubos, cajas y baldosas. Simple, como sus nombres monosilábicos, Judd, Carl, Sol, Dan...¿Morris? Bueno, suena tan aburrido que se le puede considerar monosilábico.

La facultad, ladrillos rojos y vidrio, en el sótano están las clases de escultura., así que bajo las escaleras recubiertas de plástico negro. Me cruzo con Escribano que al igual que yo va al examen, aunque no recuerdo su nombre le saludo y el me corresponde como norma en esto de la sociedad. Parece cansado, claro, habrá estado estudiando intensamente. Me adelanta en silencio.
Llego a la clase iluminada por tubos de neón blanco, muy apropiado. Antes de ser consciente del olor sintético de los pupitres ya tengo el examen recortado contra la superficie verde. Reza: Minimalismo: Andre, Judd, Le witt, Falvin. Falta Morris, por aburrido, he de suponer. Con una rapidez poco razonable mis compañeros empiezan a escribir. Respiro y miro alrededor; Escribano, pálido y sudoroso ataca la superficie del papel de manera dramática. Una alumna poco agraciada me devuelve la mirada con la expresión de quien asume estoicamente un suspenso merecido. Con normalidad fingida alcanzo el boligrafo negro y respondo lo que se supone que debo responder. Empiezo en orden, no soy quien para alterar el orden de aparición de los actores.

Tras haber terminado con autor y medio de manera fría y sintética hago un alto. Mi compañera del suspenso asegurado ha desaparecido. Seguramente habrá decidido que tiene algo mejor en que gastar el tiempo que figurar en una clase de atareados alumnos que si responden, aun que sea mal. Mi mirada no puede si no detenerse sobre mi compañero Escribano, parece enfermo: Gruesas y pesadas gotas de sudor resbalan por su piel que a las luces del impersonal neón esta pálida y de aspecto ceroso, en ese momento su cráneo me parece demasiado grande y abombado. Su pie derecho se mueve nerviosamente y casi podrías jurar que su bolígrafo humea mientras responde al examen. Su pasión enfermiza me desalienta, ¿realmente hay tanto que decir de un movimiento denominado Minimalismo? Con un esfuerzo supremo continuo con mi examen no sin antes echar un vistazo a la dura mirada de rapaz del profesor.
Termino el examen con holgura de tiempo y lo entrego doblado y firmado como corresponde. En el pasillo los muros de ladrillo seco y rojo me reciben con una actitud indiferente. Apenas uno segundos mas tarde me adelanta Escribano, mi compañero, que anda deprisa mientras comento los pormenores del examen con algún compañero. Afilo mi mirada cuando pasa; anda casi tambaleante, se apoya en las paredes de áspero ladrillo y cemento. Su aspecto ha empeorado y su piel no mejora cuando su destacada blancura se agudiza. Dejo a mis habladores compañero para seguir a Escribano que sube las escaleras con pesadez. Sus ojos hinchados parecen intentar explicar que enfermedad incuba y su despejada frente parece aumentar de tamaño a cada paso. No es si no cuando se apoya en un rincón cuando me sorprende una esquina que parece presionar la cabeza de mi pobre compañero desde el interior. Que sorprende e interesante, me digo. El olor a productos de limpieza en el pasillo no hace si no dramatizar el orgánico aspecto de mi compañero.
Le sigo unos metros más y cuando apenas ha dado unos pasos en el vestíbulo principal su cráneo parece no aguantar tanta presión, lanza un grito que corta el aire cuando su cabeza estalla desde el interior, dando aluz un perfecto cubo blanco de unos dos metros de lado y esparciendo trozos de su cuerpo alrededor. El material, sintético e industrial esta manchado de sangre y siento la mirada aprobadora del profesor y de mis compañeros presentes cuando pido algo para limpiar tan perfecta superficie de esos ingratos trozos de carne blanda y hueso astillado.
El cubo permanece por tres días en el vestíbulo, con el agradable olor a lejía adherido a el, dejándose admirar en toda su sencilla hermosura. Entiendo cuando lo retiran lo padres de Escribano, imagino que con alegría de que su hijo lograra tal obra antes de morir.

1 comentario:

エリザベート dijo...

Me gusta siempre esos finales un tanto tenebrosos que le das a tus textos.