sábado, 16 de mayo de 2009

Paisajes humanos

I

Doce polos opuestos a otros doce. Cada uno tiene su columna ribeteada en oro, oro de la muerte de las estrellas. Cada una marca un límite, veinticuatro limites. Veinticuatro puntos que enmarcan este gran desierto. Un gran desierto de sal bajo un cielo azul sin sol. Podríamos estirarnos e intentar llegar a un límite y rebasarlo. Pero somos nuestros límites.

Y un cordero muere en el desierto, sus tripas sobre la sal, su vida bajo el cielo azul. Su alma entre los veinticuatro limites.

II

Entre dos elevaciones, personales, se encuentra la planicie donde la lengua a veces resbala.

III

La cueva de dos bocas exhala su profundo suspiro. Huele a menta, rocío y humo.

El fuelle del mundo alimenta el fuego. Y el fuego llama, atrae, con su gravedad.

Inhalamos, inhalamos. No quema pero duele. No duele pero quema. Bajo la cueva una ligera cuenca por donde la lagrimas a veces, y solo a veces, retornan por un blando cráter de fuego.

IV

Y se pierden buscando formas, texturas y matices. Es la forma de vista primigenia. Observan el paisaje como un cartógrafo; sus humedales, junglas y arenas. Buscan huecos, colinas y accesos. Y las manos trabajan la tierra, cavan hondo, esparcen la vista como un manto de hierba.

V

Atlas no habría esperado jamás dos columnas como aquellas. Donde el azúcar, siempre moreno, brilla al rocío. Si capitel alguno y cuyas basas eran sendos arcos de tensión. Y regamos las raíces, con profusión, con risas, con calor. Librando su artesanía de la corrosiva sal del desierto. Despejando la delicadeza de las cuerdas salobres y viejas.

VI

Sobre el cielo azul nunca habrá un sol aunque lo imaginemos. Un universo de partículas, como matorrales, se extiende hacia el interior de la esfera del cielo. Y la esfera comprende los límites y los fija solo deseando no haberlos fijado. Y un cordero muere, a la luz del universo, sus tripas sobre la sal, su sangre coagulada por la peste.Sobre un cielo azul mil pájaros vuelan a los matorrales de nuestra mente.

VII

Y solo las dunas calman nuestra vista, solo las dunas acunan nuestros ojos.

VIII

El paisaje, denudo, abierto. El paisaje, en silencio, sobre la sal.

4 comentarios:

エリザベート dijo...

Sabes, me ha recordado tanto a la tematica de las canciones de Gojira (que pesada esta mujer con Gojira... xD) que incluso parecia como si estuviese leyendo alguna de sus canciones.

Impresionante.

La [ñ] perdida dijo...

Espero algún día, ver esto escrito en papel en un pequeño librito con tapa blanda (que son mas cómodos, a mi parecer) y leer a la luz de mesilla de noche, vianjando a ese mundo imaginario que pertenece a cada ser humano.
Animo, sigue.

Saludos, Leche Venenosa.

Rebeca dijo...

En la primera lectura me ha traido a la mente al desierto de Goab, ese desierto de Sal de colores de la historia interminable, pero después sólo he visto un paisaje muerto... y como si hubiera algo o alguien tratando de sacar la belleza de él, pero no pudiera, porque, en esencia, lo que queda es algo yermo. Me transmite desconsuelo.

Rebeca dijo...

Y si...
Y si ese paisaje acaba desparramado, como el cordero, sobre la sal del desierto, con la sangre coagulada por la peste...?

Sigue escribiendo, estamos deseando leer tus historias