viernes, 13 de marzo de 2009

Historias Prohibidas I

I

Somos hueso, carne y sangre. Hueso como pilares, como mitos que nos sostienen. Carne, recordatorio del drama de la muerte y el decaimiento. Sangre, de nuestros deseos, sueños y dolor.

Nos gusta beber los deseos ajenos, su sangre, para alimentar los nuestros. Nos gusta comer su carne, su drama, para fortalecer nuestro cuerpo y mitigar la desesperación. Nos gusta destruir los mitos ajenos para que prevalezcan los nuestros, como huesos blancos al sol del desierto. Somos caníbales, de alguna forma consumimos a nuestros semejantes.

II

Hay gente que es más consciente de esto que otra. Raúl era consciente de su naturaleza como depredador de semejantes. No sentía piedad en la lucha diaria, era expeditivo y un guerrero avezado en la lucha de la rutina. Raúl tenía lo que quería, con sus pequeños fracasos y sus grandes victorias. Podría recordar a un solitario felino, majestuoso y eficaz. Cruel y asesino.

Por supuesto Raúl nunca había matado nadie, pero si había arruinado sus carreras, había destruido sus proyectos, los había apartado de sus metas. El prosperaba en su vida a costa de la caída de otros. Era un caníbal.

Digo era por que ya no es. Siempre existe el pez más grande. O si no, siempre existe el caníbal más fuerte, monstruoso y cruel.

Raúl volvía del trabajo satisfecho con la caza diaria, se sentía poderoso e hinchado de carne. Respiró hondo el olor sintético del interior de su coche. Éste hormigueo en su nariz mientras el motor arrancaba sin un quejido. Conducía rápido hacia su hogar, en su fiable coche de color plateado, la noche era fresca de principios de verano. Algún insecto hacía resaltar la profundidad de la oscuridad que como una cúpula lo envolvía en la pequeñez de su vehículo.

III

Sintió el alivio del descanso merecido al ver aparecer su confortable casa como una isla en la noche. Era una casa grande, alejada de los ajetreos de la ciudad. Contaba con todos los pequeños lujos que el siempre había deseado. Vivía con su mujer, bella y perfecta para el y con su hija de apenas cinco años. Una familia que el se merecía. Se preguntó porque estaban todas las luces encendidas, pero duró poco la inquietud.

IV

Cuando el motor se apagó bajo las luces azuladas de su garaje el silencio le invadió. Salió del coche y el olor de gasolina del garaje, de grasa y de metal le atacó el olfato. Y sintió nauseas. Entro en su casa por la puerta del garaje y el silencio le taladró los oídos.

V

El olor metálico de la sangre tiene la aptitud de ser saboreado, de hacerse pegajoso sobre la lengua. Raúl degustó esto, y supo que algo iba mal. Grito algo como “Hola” o “Cariño”. Y se arrepintió en el acto al entrar en el salón y ver la sangre que salpicaba las paredes y el suelo. Se acercó al sofá, blanco y caro.

VI

Sobre el sofá algo blando, de olor acre y forma irreconocible. Apenas un amasijo de carne, vísceras y huesos astillados; pudo identificar la columna vertebral, partida; el cráneo, reventado. Si reconoció en ese despojo a su hija fue solo por un jirón de pelo rubio aplastado contra los cojines. Manchado de coágulos y sesos. Sintió nauseas, miedo y desesperación. Horror quizá. El olor pareció atravesarle el cerebro y por un momento perdió el sentido del tiempo y del espacio. Se tambaleo y calló sobre la alfombra húmeda de sangre, roja y espesa. Seguramente gritó.

VII

El sonido de sus propios pasos le despertó. Estaba en la cocina buscando algo, un cuchillo, si, un cuchillo. Uno grande de esos grandes que su mujer había comprado. Le tembló la mano cuando lo agarró por la empuñadura plástica. Oyó un débil sonido en el piso de arriba.

VIII

Subió las escaleras como en un sueño, estas llevaban a los dormitorios. Los veintitrés peldaños forrados en moqueta fueron apenas una nube. Recordando a la pequeña Susana. Su pelo rubio. Sus ojos inocentes de solo cinco años. Sus entrañas brillantes.

Llegó al pasillo que llevaba a su dormitorio y tembló. Y por primera vez supo que era el verdadero miedo. Había decorado el pasillo con reproducciones de los Caprichos de Goya. Le parecían divertidos y un poco perversos. Perfectos para decorar su camino al dormitorio. Pero ahora se le hacían grotescos, horrendos. Como prediciendo los horrores que esperaban apenas unos metros mas allá. Como si siempre hubieran sabido que ocurriría esto.

IX

Tembló…

C8 C3 C9 C19

 C24  C62

C75 C56

C64 C59

 

X

La puerta estaba entre abierta, las luces encendidas. Su legua pegajosa del olor de la sangre. Su ángel, su preciosa mujer cubría la cama, las paredes y el suelo. Entonces se dio cuenta de que la quería, que siempre la había querido. La había amado y lo sabía ahora que no quedaba de ella más que despojos. En un rincón, junto a un lámpara caída había algo. Era el pez más grande, el caníbal más monstruoso. Si Raúl luchó o no apenas importa. El dolor de sus músculos al ser desgarrados, el de sus nervios al ser seccionados, el de su sangre calentando el suelo, el sabor dulce de la muerte sobre sus ojos. No importan. Nada importa cuando caes bajo tus propias reglas

4 comentarios:

Sentei dijo...

Sencillamente brutal, se confunde con la realidad a la perfecccion, casi podia verlo y sentirlo yo mismo. Simplemente impresionante

Arkhausto dijo...

Seguro que el pez era blacker xDDD

Por qué no usas tus dotes narrativas en las partidas?! Quedarán bien ^^ y así te distraes mientras intento joderte alguna regla muahaha ^^

Cada vez me gusta más tu blog (y el otro ^^).

Saludos Arkhaustiles!! Arrr!!

Rebeca dijo...

Hmmm... Las descripciones de los olores y sabores te meten de lleno en la escena, como si realmente se te pegaran a la lengua y a la nariz..
Los símiles apuntan maneras, me recuerdan al jovencito S. King, Y... que la escalera tenga 23 peldaños... Gran detalle
Resulta chocante cómo Raul, un depredador y guerrero avezado, que da la impresión de tener la misma profundidad interior que un charco, sabía cuál iba a ser su destino; cómo iba a acabar todo.
Y... bueno, no puedo evitar recalcar mi frase favorita del texto:
'Su ángel, su preciosa mujer cubría la cama, las paredes y el suelo.'
Mmm... sin palabras.

エリザベート dijo...

Cuando lei este texto, el final sobretodo, me vino a la mente la escena final de Gladiador, mujer y hijo matados y el en una lucha muere. Lo mismo.
Aunque sin más te metes tanto en la historia que da hasta miedo.